Las orquídeas constituyen la más amplia de las familias del reino vegetal, con más de 25,000 especies conocidas. En estado salvaje se encuentran por todo el planeta y en todos los climas, excepto en los polos y en los desiertos. Encontramos orquídeas terrestres, algunas litófitas (crecen sobre rocas), pero la mayoría son epífitas, es decir, crecen sobre los tallos de otras plantas o sobre las ramas de los árboles, lo que les permite alcanzar mejor luz en los frondosos bosques tropicales.
Están entre las especies florales más viejas. Aproximadamente en el año 375 antes de Cristo, del parecido con los testículos de los hombres Teofrasto las llamó orchis, que en griego significa «testículos». De ahí se origina el nombre orquídeas.
Símbolo de amor y belleza, las orquídeas han fascinado al mundo durante siglos. En la Antigua Grecia eran vistas como símbolo de virilidad. Se les menciona en textos chinos de los tiempos de Confucio. Durante la Edad Media se utilizaban en la preparación de infusiones y remedios; también eran consideradas como un afrodisiaco y uno de los principales ingredientes de algunas pociones mágicas. Los aztecas utilizaban en especial una orquídea – la vainilla – para crear bebidas hechas a base de café, cacao y vainilla utilizando la vaina.
Las primeras orquídeas llegaron a Europa a principios del siglo XVIII en barcos de la Armada británica, pero debido a su delicadeza, pocas podían sobrevivir a los largos viajes desde su lugar de origen. Esto cambió cuando en 1818 Lord William Cattley consiguió la floración de la primera Cattleya. (dándole su propio nombre).
Actualmente, la recolección de orquídeas silvestres está prohibida para prácticamente la totalidad de las especies, pues muchas de ellas se encuentran en peligro de extinción. Las orquídeas que nos llegan suelen ser híbridos que han sido cultivadas a partir de semillas en invernaderos especializados. Hace siglos que se conocen las propiedades beneficiosas a nivel dermatológico de esta planta. Los pueblos originarios de la Patagonia ya conocían y utilizaban la rosa de mosqueta para hidratar la piel, curar heridas y tratar diversas dolencias. También existe constancia de su uso terapéutico en la sabiduría popular centroeuropea. Se trata de un arbusto silvestre de la familia de las rosáceas, nativa de Europa, pero que también se encuentra en estado silvestre en Sudamérica.